
La
independencia no interrumpió la continuidad del proceso de reforma de educativa
que promovieron la Cortes de Cádiz, ni tampoco frenó otros proyectos como la
creación de un plan de enseñanza pública general y la formación de un órgano
estatal que centralizara y organizara las actividades en este ramo. Esto se
explica en tanto que esas tareas estaban encaminadas a dar cohesión y sentido a
la nueva nación y con ello a legitimar su permanencia.
En el proyecto del reglamento general de
instrucción pública de 1823 se decía que "todo ciudadano tiene facultad de
formar establecimientos particulares de instrucción en todas las artes y
ciencias, y para todas las profesiones, pero el Estado se reservaba la
autoridad de supervisar y asegurarse de que los maestros de estas escuelas
tuvieran las aptitudes y preparación necesarias para la enseñanza
EN 1830 empiezan a abrir escuelas reforzadas con
la llegada de maestros franceses para un alumnado capaz de sostenerlas, sin
recibir ningún subsidio del gobierno. Estos establecimientos se consideraron
entonces como escuelas privadas, en tanto que las de la Compañía Lancasteriana
y las de los conventos y parroquias eran gratuitas y por lo tanto públicas.
Esta distinción económica no las excluía de la vigilancia del Estado, en el
sentido de que no podían enseñar nada contrario a la moral ni a las reglas del
gobierno.
En las primeras leyes de instrucción pública,
tanto de liberales como de conservadores, se insistió en la libertad de
enseñanza entendida en formas distintas. En los debates constitucionales de
1857 se percibió ya la conciencia de que el medio para romper el poder
ideológico de la Iglesia no era mediante el fomento a la enseñanza privada,
sino al contrario, con el fortalecimiento de la instrucción pública.

Gran parte de las primarias particulares
dependían de las parroquias o de maestros muy acreditados en las localidades,
escuelas pequeñas pero con prestigio social. Las preparatorias (que incluían
tanto a la secundaria como a la preparatoria propiamente dicha), dependían en
su mayoría de los Seminarios Diocesanos.
La
ideología educativa oficial no logró ocultar las continuas concesiones a la
escuela confesional, como lo demuestra la creación de nuevas diócesis, de
nuevos conventos para hombres y para mujeres, el gran número de órdenes
religiosas que llegaron a México a fundar sus escuelas, que con las ya
establecidas, funcionaron sin ningún problema por parte del Estado. Los ataques
desde el seno de la Iglesia contra el régimen no descalificaban la dictadura,
sino la filosofía positivista, atea, que la permeó. Los liberales continuaron
sus esfuerzos para evitar que la educación siguiera en manos de la Iglesia,
pero la tolerancia de don Porfirio le concedió una posición de privilegio.
El crecimiento de la educación confesional fue
considerable en la época porfirista; sin embargo, la política planificadora del
Secretario Joaquín Baranda mantuvo el predominio del Estado y sus escuelas
sobre la iniciativa privada; en l888 se promulgó la Ley de Enseñanza
Obligatoria, aunque sólo el 33% de los niños acudían a la escuela primaria.
La educación confesional supone el mantenimiento
en la enseñanza de la doctrina
religiosa en su contenido histórico doctrinal, así como la enseñanza de los principios morales que de ella emanan para la formación de la
conciencia responsable.
religiosa en su contenido histórico doctrinal, así como la enseñanza de los principios morales que de ella emanan para la formación de la
conciencia responsable.
"se garantiza la libertad ideológica,
religiosa y de culto de los
individuos y de las comunidades sin más limitación en sus manifestaciones que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”.
individuos y de las comunidades sin más limitación en sus manifestaciones que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”.
http:/bibliotacaweb.tic.unam.mx/diccionario/htm
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